domingo, 3 de agosto de 2014

Llamada Despertadora.

Y es sin duda una realidad que, la mayor parte del tiempo, el ser humano necesita de un evento de gran magnitud para abrir los ojos ante la errónea manera de vivir que ha estado llevando. Una "llamada despertadora" que nunca fue programada, y que aunque volcara tu mundo de cabeza te das cuenta que, de cierta forma, la necesitabas.

Hoy brindo por aquellos efímeros momentos de claridad, aquellos que pensaron serían eternos y terminaron muriendo al final del día. Brindo por esos relámpagos de entendimiento, que desaparecieron junto a la tormenta que los produjo. Estos fueron visión de lo que sabía podía ser y vivir, solo que aún no era el momento. 

No quiero darle una pinta de molesta positividad a los eventos desafortunados, no quiero causar el tipo de incómoda sensación que esto provoca a algunas personas, sin embargo sí quiero afirmar que "No hay mal que por bien no venga"

Si encuentran un mal que no traiga nada positivo, por más mínimo que pueda parecer, entonces refuten ésta afirmación y a quienes la siguen repitiendo. A mis infortunios sigue aplicando, pues cuando no le busco la más mínima pizca de positividad, la misma siempre salta a la vista.

De todas formas, las cosas que aprendí de mis tantas malas experiencias acumuladas, lograron llenar un baúl que aún no transformaba mi estilo de vida; dichas enseñanzas se hicieron parte de mis días y de mi aún inmutable forma de vivir. Y es así, aprendes y sigues, hasta que sin esperarlo llega, ese vuelco a lo conocido, a lo rutinario, a tu desconectado día a día.

Lo recibí, sin entenderlo, sin que fuera justo, sin que me agradara para nada. Recibí malas noticias, una bala perdida, un rayo sin indicios de tormenta, un puñal por la espalda... todo así, medio narcoléptico, medio migraña sin aura.

Y al fin se ha hecho permanente, el entendimiento de que es mi deber hacer lo que siento, ser como quiero, abrir los ojos mientras pueda seguir haciéndolo, actuar, disfrutar del poco tiempo que me regalan en la tierra, estar consciente de lo breve de mi existir, hacer que valga la pena. Es momento de arriesgar y abrir mi corazón, sin alarmas contra incendio, contra robo; vivir sin miedos, que nada me frene o reprima. Solo ser. Priorizar. Al fin.

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