jueves, 16 de febrero de 2012

Relatos de alguna otra madrugada de Enero.

Abro mis ojos, presa de una fantasía anhelada, de una chispa una vez lanzada al olvido... es un hecho, no podré dormir. Otro episodio de insomnio se avecina, adueñándose una vez más del momento más preciado de mis días, aquel en que puedo libremente dar riendas sueltas a mi imaginación. 

Sin otro remedio, me aventuro a la helada bienvenida que el piso ofrece a mis desnudos pies, hoy las extrañas sensaciones de no pertenencia no engañan mis sentidos, me encuentro posada en el sofá blanco que innumerables veces acogió mi cuerpo cansado, convirtiéndose en mi refugio y otras veces en mi punto de guardia... ese que tantas veces mudó de piel y que de cierta forma sigue siendo el mismo. De sobra decir que a los 22 años no imaginaste que estarías compartiendo el dormitorio con tu madre, y menos en el caos infinito de una doctora y una estudiante de medicina de 5to año... la sensación helada del piso logra sacarme de este estupor donde colapsan mil pensamientos a la vez, lo que me lleva a sospechar si será esta la principal razón por la que siempre coloco mis sandalias en el extremo contrario a mis pies, para rescatar mi mente de estos desvaríos en los que encalla de vez en vez. Claro, este es uno más de esos pensamientos narcisistas en los que todo lo que hago tiene un propósito ulterior, un fin importante, una razón de ser... ¿Por qué habría yo de hacer algo al azar o solo porque sí?... sin duda, a veces me enfermo a mi misma. 

Mientras me preparo a divagar por la casa en la oscuridad, ésta solo me recuerda la falta de atención que he puesto a sus asuntos ultimamente, por lo que no puedo evitar escribir en letras mayúsculas "PAGAR LA FACTURA ELÉCTRICA, SIN FALTA" en mi lista mental de To Do's para mañana... más, conociéndome un poco, termino hurgando silenciosamente mi escritorio en busca de papel y pluma, inicialmente porque soy la primera que no confío mucho en mi memoria y posteriormente porque quizás solo un poeta frustrado conoce el manantial de inspiración que parece solo fluir en una noche oscura, aún sin claro de luna.

Nunca es mucho el esfuerzo que empleo para encontrar mis pertenencias en la oscuridad, cada mañana memorizo el nuevo desorden sobre mi espacio de cristal y soy capaz de recrearlo a la perfección con mis manos mientras se materializan los objetos debajo de ellas; este "talento" me permite adquirir mis tan necesarios utensilios sin el menor de los ruidos, en aquel territorio ajeno en el cual no pretendes amenazar el sueño de una madre y mujer cansada. 

Una vez pongo un pie fuera del dormitorio principal, tengo la sensación de haber completado alguna misión espía y como lo haría James Bond... Sí, esa es exactamente la misma mirada que me doy a mi misma al cruzar el espejo del corredor "You're kind of crazy, aren't you?". Y como insecto a la luz, me dirijo al lugar más iluminado del lote, el balcón, podría sonar quizás algo romántico poetizar a oscuras en el balcón a altas horas de la madrugada... pero sinceramente no lo es cuando tu balcón se encuentra lleno de adornos navideños fuera de fecha y de asientos plásticos en exceso que te recuerdan que esos remanentes de las fiestas de Diciembre no se borran tan fácilmente -y de repente te encuentras mirando de reojo esos pliegues abdominales que ahora se crean cuando te sientas, sí, ahí están como queriendo unirse a la fiesta-. 

El espacio residencial me sorprende con una muy activa vida nocturna, visitantes clandestinos que se marchan a sus hogares o lugares de procedencia, residentes que retornan de aquella alocada noche de fiesta o de una intensa noche de trabajo... ruidos que se pierden en los oídos dormidos mientras retumban en los despiertos.

Y resulta que la noche va ganando calor mientras transcurre serena, lo que indica que mañana todo volverá a la normalidad; el día será perturbadoramente caliente  y el gris martes que muere será cosa del pasado. 

De pronto tengo la sensación de no estar tan sola en la oscuridad del reducido espacio de este balcón, aquella sombra ya hace un rato se posa tras mis hombros... es ella, la guardiana de las noches, aquella que recién comienza a comprender mis desvelos nocturnos, que ahora se preocupa de qué pueda pasar durante estos episodios... aquella que rompe cada vez estos momentos, en busca de eso que da sentido a su cuerpo y que no se dará el lujo de perder... soy yo, la que me busco.